Esta pequeña
localidad huancavelicana nos recibe generosa en paisajes, iglesias
y leyendas para todos los gustos
IÑIGO MANEIRO
Parece
un paisaje épico, donde pueden asomarse duendes y personajes mitológicos. Es la
ruta que une Huancavelica con
Lircay. Una buena pista afirmada que cruza todos los bosques de rocas que
podamos imaginar: farallones escondidos en valles profundos, interminables
moles de piedra que afloran a lo largo del camino, paredes blancas que surgen
en las laderas de los cerros. Algunos toman nombres de animales, como Tororumi
o Yanahuisca, por las formas de sus piedras. En otros corren vizcachas, nacen
orquídeas o asoman pequeñas caídas de agua. Además, aparecen lagunas, infinitos
cercos de piedra como cicatrices en los campos de ichu, caseríos, y aves que
sobrevuelan un cielo que, por momentos, se va transformando del azul intenso al
negro de la tormenta. El trayecto transcurre entre los 3.900 y 4.200 metros.
Pero la belleza del paisaje te vuelve inmune a la altura.
TORMENTAS E IGLESIAS
En la mitad del
trayecto, junto a un antiguo cementerio de cruces de piedra que parece hecho
por celtas, me encuentro con ese cielo que forma capas verticales y negras de
lluvia y nieve. Parece que anuncia el fin del mundo. Durante dos horas me
detengo a fotografiar ese espectáculo y ver cómo los interminables cerros de la
cordillera huancavelicana se
van volviendo blancos.
A
la entrada del valle de Lircay la tormenta perfecta se transforma en dos
arcoíris como si fuesen un portón de bienvenida. Es como entrar en otro mundo.
Algunos me preguntan qué hace aquí, en este pueblo bello y acogedor al que no
llega nadie. La tormenta perfecta, los bosques de rocas y los arcoíris son
razón suficiente para llegar. Y eso no es todo. Al día siguiente, recorrería
cuatro pequeñas localidades con las iglesias más bellas que haya visto en mucho
tiempo: Huallay Chico, Huallay Grande,
Callanmarca y Huanca Huanca. Acá se llega tras recorrer una
pista junto a un cañón formado por abismos insondables como el de
Wawahuicchumal. El viaje por estos sitios está plagado de historias. Cuentos y
leyendas asociados a las lagunas, los cerros, las minas, los duendes, los
jarjarias o condenados, las aves y las flores. No hay nada mejor que viajar por
lugares nuevos con gente de la zona que te cuenta historias que, más allá de su
veracidad, acabas creyendo. Gente, como la que me acompaña, cálida, generosa y
dispuesta a subirse a la camioneta para ir a donde haga falta.
Lircay
es la capital de la provincia de Angaraes, cuyo nombre viene de anqara, el mate
o calabaza que se
usaba antiguamente como plato para comer. Tiene una parte vieja con una iglesia
nueva, la Virgen del Carmen y una nueva con un templo antiguo, el Corazón de
Jesús. Está cruzado por dos ríos, Sicra y Opamayo, que juntos forman el río
Lircay. Anqara es un parque ecológico con esculturas diminutas de animales,
iglesias, danzantes y aves, que rodean jardines, pozas de agua y la
escenificación de una mina bajo tierra. Estamos en Huancavelica, donde la
geología de sus cerros se impone sobre todo, el lugar donde todos creen en el
pishtaco, y uno de los departamentos más desconocidos, pero inagotable en
belleza, historia y naturaleza.
Artículo de la pitri mitri; se ajusta a la verdad de la belleza de Lircaysito querido.
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